Jessica Goicoechea: “tengo muy claro lo que quiero y no quiero a mi lado”

Es tímida y no le gustan las fiestas, aunque sus casi dos millones de seguidores ni siquiera lo sospechan. Hablamos con la que sin duda es una de las modelos más influyentes de la actualidad sobre la envidia, las relaciones sanas y por qué los bombones son siempre mejores que las flores.
Jessica Goicoechea “tengo muy claro lo que quiero y no quiero a mi lado”
© Flavio Orsolato

Jessica lleva traje de mini blazer y falda con textura de Fatima Miñana, braguitas ruffle de MSGMG y salones rosas de Versace.

Flavio Orsolato

Jessica Goicoechea (Barcelona, 1996) es la primera en irse de la fiesta. No le sucede aquello que sufría Marilyn Monroe y que Marlon Brando describió con especial atino a través de una imagen: la ambición rubia sentada en soledad en medio de una bulliciosa bacanal. Era la mujer más deseada, la estrella de cine que había cantado para las tropas norteamericanas en Corea en 1954 y se había convertido en el póster que todos los marinos tenían en sus camarotes y todas la niñas en sus habitaciones pintadas de rosa. La habitación de la infancia de Jessica también estaba inundada de este color, pero en la suya no había pósteres ni de hombres ni de mujeres, solo revistas de moda cuyas portadas protagonizaban nombres como Kate, Gisele o Claudia.

Tan rubia, exuberante y bella como Norma Jeane (el nombre real de Marilyn Monroe) y tan delicada en sus formas y gestos como desde luego era Marilyn en privado, Jessica Goicoechea es la ambición rubia por excelencia que a diferencia de algunas de sus predecesoras (Monroe incluida) ha elegido serlo. Disfruta de la soledad, la poca que le concede su apretada agenda, de su perrita Mumú y un trabajo en el que siente como pez en el agua. Es tímida, como casi todas las supermodelos, y conceder entrevistas le cuesta. Prefiere la cámara, ser otra y posar para otros. Jessica no se siente incómoda en ropa de baño en medio de un estudio, pero si le pides que te baile a solas, esa timidez, que en el fondo es su punto fuerte, florece.

La inocencia que Marilyn Monroe peleó por mantener y cuya pérdida fue su fin tampoco ha abandonado a la modelo barcelonesa. Y eso que hace no tanto descubrió que las buenas intenciones son patrimonio de unos pocos. Se tatuó “no creo en los seres humanos" y no se arrepiente, lo tiene presente para acordarse de aquello que sucedió y seguir aprendiendo. Marilyn siempre tuvo voz de niña pequeña. Jessica también. Y ahora prefiere una caja de bombones antes que un ramo de flores.

Glamour: ¿Es verdad que de pequeña te cambiabas en el ascensor para ponerte transparencias porque tu madre no te dejaba?

Jessica Goicoechea: Ay, sí.

G: ¿Eras rebelde entonces?

J.G: No, la verdad es que no era rebelde, pero me encantaba la moda. También creo que es típico, me refiero a que las niñas se quieran maquillar antes de tiempo. Y luego a mí me gustaba llevar looks que a lo mejor no eran apropiados para el colegio, así que no tenía más remedio que cambiarme en el ascensor.

G: ¿Tenías pósteres de supermodelos en tu cuarto?

J.G: No tenía pósters, pero sí que tenía el típico cuarto pintado de rosa y con un montón de revistas.

G: ¿Y qué modelos te llamaban la atención entonces?

J.G: Me encantaba Barbara Palvin. Y también Claudia, Gisele, Naomi, Kate Moss…

G: Otra vez contaste que en el colegio hacían bromas con tu apellido. ¿Te gustaba el colegio?

J.G: No me gustaba el cole, la verdad. Me aburría. Me costaba concentrarme en temas que no me interesaban. Era buena niña, intentaba estudiar, aunque a veces lo dejaba todo para el último momento, pero me costaba mucho quedarme con lo que no me interesaba. A día de hoy me sigue pasando. Desconecto muy rápido de lo que no me interesa y no tengo buena memoria.

G: La adolescencia es una época complicada. ¿Cómo te sentías con tu cuerpo entonces?

J.G: Siempre me he sentido muy bien con mi cuerpo, pero sí que es verdad que en la época del colegio los niños pueden hacer daño sin querer. Es una edad cruel, pero con el tiempo y la experiencia aprendes a quererte tal y como como eres.

G: ¿Y ya entonces la gente te decía que eras guapa?

J.G: Sí, pero yo creo que eso se lo dicen a todos los niños. Sí que me lo decían mucho, pero creo que es algo habitual a esas edades.

G: Empezaste a hacer castings muy joven, ¿no?

J.G: Sí, como con 13 o 14.

G: ¿Te resultaban incómodos?

J.G: Muchísimo, lo pasaba fatal. Nunca sabes qué te pueden pedir. Yo siempre he sido muy tímida y en aquel entonces mucho más que ahora. Y luego hay mucha competencia, un montón de niñas que también están ahí para el mismo trabajo que tú. Era complicado. De repente te hacían actuar con una pared o besarte con una persona que no conocías de nada o cosas así. Recuerdo una vez que me me acompañó mi madre y la obligué a hacer el casting conmigo (risas). Siempre me lo recuerda.

Jessica lleva vestido con cuello redondo de Dolce & Gabbana, medias ejecutivas de Calzedonia y maryjanes de Kurt Geiger.

Flavio Orsolato

G: La fama siempre llega de repente. ¿Tú lo sentiste así?

J.G: No, la verdad es que fue muy orgánico. Cuando llegó Instagram empecé a subir trabajos, selfies… Fue como muy progresivo, así que no noté un gran cambio.

G: Marlon Brando contó en una ocasión que la primera vez que vio a Marilyn Monroe fue en una fiesta y estaba completamente sola. ¿Alguna vez te has sentido así?

J.G: Yo es que soy la primera en irse de la fiesta (risas). De hecho, ojalá tuviera más soledad. Cuando tengo un ratito para estar sola lo valoro muchísimo y lo agradezco. Me encanta el silencio y la tranquilidad. No me gusta nada la fiesta, aunque parezca mentira por dedicarme al mundo de la moda, pero no me gusta el postureo, ni muchas de esas partes “oscuras” de esta industria. Intento mantenerme muy al margen.

G: ¿Qué es lo que más disfrutas de tu trabajo entonces?

J.G: Yo lo que más disfruto sin duda, pero sin duda ninguna y desde pequeñita, es el momento fotos. Estando delante de la cámara.

G: Pero al mismo tiempo eres súper tímida.

J.G: Siempre me dicen que delante de la cámara me transformo, cambio el chip, ¿sabes? No sé, no tengo vergüenzas.

G: Tu cuerpo es tu material de trabajo. ¿Cómo lo cuidas? ¿Eres muy obsesiva?

J.G: Intento no obsesionarme, pero lo necesito tanto física como mentalmente. Para mí también es una vía de escape que me viene genial. Así que si por razones de trabajo o porque me he puesto enferma o por lo que sea no puedo entrenar, me machaco mucho, me siento mal por no hacerlo. Sé que no debería, pero lo hago y estoy trabajando en ello.

G: ¿Entrenas todos los días?

J.G: Cuando puedo. Depende de la semana y de dónde esté. Pero también hay que dejar descansar el cuerpo al menos uno o dos días a la semana. Y si estamos con viajes lo ideal es buscar hoteles con gimnasio, pero si no hay, me llevo unas cintas elásticas y hago algo para sentirme mejor. También me pasa que en cuanto dejo de hacer deporte adelgazo muchísimo.

G: ¿Y con la comida has llegado a obsesionarse también?

J.G: No. Como lo que quiero y cuando quiero. Soy muy comilona y como muchas cantidades, de hecho mi pareja siempre me dice que como una barbaridad. Yo creo que al llevar una vida tan activa, pues mi cuerpo me pide energía. No me privo de nada. También entreno para darme esos gustazos

G: Como Pilar Rubio y Sergio Ramos, que siempre dicen que una vez al mes piden McDonald's.

J.G: Qué bueno, no lo sabía. De hecho los dietistas dicen que una vez a la semana está muy bien pecar. Me encanta la comida, no podría privarme de nada.

G: ¿Y cómo llevas verte tanto? Me refiero a ver tu cara y tu cuerpo todo el tiempo en fotos y vídeos.

J.G: Eso lo llevo bien. Lo que llevo mal es escucharme en las entrevista, pero en fotos sí me gusta verme porque así identifico diferentes registros. Intento que las sesiones de fotos que hago no sean siempre iguales, quiero ser camaleónica. Ahora controlo más mi cuerpo, mi cara, sé que lado me favorece más. Me tengo muy estudiada gracias a verme tanto.

G: Las mujeres y la envidia. ¿Crees que estamos acabando por fin con este prejuicio, con la idea de que las mujeres somos más envidiosas?

J.G: Yo soy muy de vive y deja vivir. Pero sí que es verdad que, al menos por lo que yo veo en mis redes sociales, las que más criticamos somos nosotras. Es algo que hay que cambiar, tenemos que apoyarnos y conseguir lo que llevamos tantos años luchando.

G: ¿Tú también envidias?

J.G: No usaría esa palabra. Claro que hay chicas que me parecen guapísimas o me gusta cómo van vestidas o cualquier otra cosa de su personalidad, pero no es envidia, es admiración. Y también puede ser inspiración.

G: ¿Y alguna vez has sufrido por sentirte envidiada?

J.G: Sí que lo he vivido, pero no lo he sufrido. No me afecta. Mientras yo esté bien conmigo misma y me vea bien, me da igual lo que piensen los demás.

G: Tú gestionas tus propias redes. ¿Lees todos los comentarios y los mensajes?

J.G: Los comentarios sí, a no ser que haya muchísimos. Normalmente el 80% o el 90 son buenos, ¿eh? Pero cuando hay alguna malo tampoco me afecta, me da igual sinceramente.

Jessica lleva blazer negra y set estampado flores de Philosophy Di Lorenzo Serafini y calcetines ejecutivos de Calzedonia.

Flavio Orsolato

G: Dices que eres muy tímida, pero no eres insegura para nada, ¿no?

J.G: Es que es extraño. Estar desnuda en una sesión de fotos delante de gente me da igual, pero luego me pides que te baile a solas y soy incapaz. Pero no es inseguridad, no sabría decirte. Soy muy introvertida y eso ha sido un poco un handicap en mi vida, porque creo que si fuera más atrevida, pues podría llegar a hacer más cosas.

G: Montar tu propia empresa es ya convertirte en otro tipo de modelo. ¿Cómo cambió tu vida cuando te convertiste en empresaria?

J.G: Empecé mi firma a los 18 años porque en aquel momento no encontraba ropa de mi estilo aquí en España. No tenía ni idea de todo lo que conlleva montar una empresa, fue un poco a lo loco. Tenías mis ideas, mis diseños y ya está. Con los año y a base de experiencias tanto buenas como malas he ido aprendiendo, y a día de hoy estoy contenta porque tengo un equipo increíble que funciona genial cuando yo estoy fuera.

G: Las supermodelos de los noventa fueron las primeras que aprovecharon su fama para montar sus empresas, pero quizá les faltaba ser más accesibles. Vosotras sois más generosas en ese sentido.

J.G: Yo la verdad es que me guardo bastante información. Yo no cuento cuántas horas he dormido, qué he comido… Me limito a enseñar lo justo y necesario, que viene a ser mi trabajo. Mi vida personal me la guardo para mí.

G: Hace poco Dakota Johnson dijo en una entrevista que lo único que quiere ahora mismo es dormir.

J.G: (Risas) Pues mi respuesta sería que quiero tranquilidad y estabilidad. Estoy muy agradecida por todo el trabajo que tengo, eso es bueno, que no falte. Pero sí que echo de menos estar cuatro días en casita, no pido tanto.

G: ¿Y a qué cosas no puedes renunciar en tus trabajo? ¿Cuáles son tus peticiones como modelo?

J.G: Trabajar con mis maquilladores de confianza. Que el equipo sea bueno, que ya lo conozca, que sepa que me van a dejar bien porque al final es mi imagen y es súper importante. Me ha pasado muchas veces que me he dejado maquillar y peinar por personas que no conozco, y al final he preferido salir a cara lavada. Y luego, el gimnasio es algo que también pedimos. Si se puede genial, si no se puede, pues nos aguantamos. Y también un requisito súper importante es que pueda venir mi perrita Mumú (risas).

G: Hace poco comentaste que te tomaste un descanso, estuviste como un tiempo desconectada, no?

J.G: Sí, hace dos años necesitaba un descanso y me quité las redes sociales, WhatsApp, todo. Me dejé solo llamadas durante un mes y me vino genial, la verdad.

G: También has dicho que siempre has sido las sugar mommy de tus parejas. ¿Qué te parece este concepto?

J.G: Lo he dicho porque en mi caso ha sido una realidad, no me parece ni positivo ni negativo. Luchamos por la igualdad en todo, y ahí también. Yo por ejemplo me siento mal cuando mi pareja me paga una cena, así que un día él y otro día yo. Es lo normal.

G: ¿Crees que se puede tener todo?

J.G: No, creo que siempre hay que renunciar a algo.

G: ¿Y tú ahora mismo eres capaz de renunciar a tu vida personal por tu trabajo?

J.G: Sí, ahora mismo lo hago. A ver, yo quiero seguir trabajando muchísimos años, el trabajo para mí es vital. Pero sí que es verdad que espero tener, de aquí a muchos años, un poco más de estabilidad de la que tengo ahora. Un poco más de vida personal y combinarlo todo mejor.

G: Y en un futuro, ¿te ves con familia?

J.G: No quiero ni pensarlo. No me gusta pensar nada en el futuro, es algo que me agobia muchísimo. Odio la palabra fluir, pero la voy a usar porque quiero fluir y ya está. Estoy muy centrada en mi trabajo, en seguir haciendo crecer mi empresa y viajar mucho, conocer mucho mundo… Y lo demás, pues ya se verá.

G: ¿Te sientes más mayor de lo que eres?

J.G: Me siento más joven de la edad que tengo. Realmente siento como que tengo 25 y tengo 27. Pero si comparo todo lo que me ha pasado, que no debería porque cada uno tiene su vida, con las vidas de mis amigas pues hay diferencias. Yo desde los 16 ya estaba viajando, me fui a vivir a Londres sola. Al final por mi trabajo he vivido más experiencias que otras personas a mi edad.

G: ¿Y durante todo estos 27 años qué has aprendido sobre relaciones?

J.G: Pues que el tiempo y la experiencia te ayudan a analizar o detectar mejor a las personas, a saber quién sí y quién no. Las experiencias malas te ayudan a valorar más las buenas y lo mismo sucede con las personas.

G: Has dicho varias veces que darte cuenta de que no todo el mundo tiene buenas intenciones ha sido una gran desilusión para ti.

J.G: Sí, para mí fue una decepción enorme. De hecho me tatué la frase: “I don’t belive in humans” (no creo en los seres humanos). Sí, fue un choque. Es importa saber que no todo el mundo va a actuar como tú actuarías. Cada uno es como es y ha de asumir sus actos.

G: ¿Y qué me dices del amor propio?

J.G: Con el tiempo y la experiencia he aprendido a detectar más red flags (banderas rojas), a no pasar por alto cosas que había pasado anteriormente. A día de hoy, por ejemplo, tengo muy claro lo que quiero y lo que no quiero a mi lado, quién me aporta y quién no. Y cada vez tengo como más mano para seleccionar, algo que antes me costaba y ahora no me tiembla el pulso.

G: ¿Ahora cómo sabes si tienes una relación sana?

J.G: Pues a través de todas las relaciones tóxicas que he tenido anteriormente. Que al final cada uno tiene sus historias, pero hay cosas por las que nadie debería pasar. Cuando eres más joven, más inocente, no te enseñan a gestionar una relación. No te dicen qué está bien y qué está mal. Y cuando ya estás metida en una relación así o es tarde o estás cegada. Con el tiempo lo ves venir mucho antes a través de pequeños detalles. No tiene que haber tanto drama, todo es mucho más sencillo.

G: Entonces, ¿qué le hubieras dicho a tu yo de hace cinco años?

J.G: Asesórate bien, sé tú misma y trata de no llegar a ciertos puntos en tus relaciones. Hay que cortar de raíz antes, cuando ya sospechas que algo no va bien. No hay que alargar.

G: Sé que no te gustan las flores. ¿Estás de acuerdo con Miley Cyrus en eso de que es mejor comprárselas una misma?

J.G: Estoy súper de acuerdo. Y antes que flores me compraba bombones.


Fotografía: Flavio Orsolato @flaviorsolato.

Texto: María Mérida @mariamerida.

Estilismo: Candela Gómez @candelagalcocer_.

Maquillaje y pelo: Sergio Antón de las Nieves @makeupbysergio.