Hay pocas, pero muy pocas cosas que Gisele Bündchen no se pueda poner. La supermodelo natural de Horizontina (Brasil) que dominó las pasarelas durante los primeros años de los 2000 podría presumir de haber desfilado para todas las casas de moda más importantes y, por lo tanto, de haber lucido todas las tendencias habidas y por haber. Ni una le ha hecho un flaco favor, por supuesto, y ni una ha desentonado en un armario en perpetua construcción, como suele pasar en el caso de las supermodelos.
La Met Gala es otro de tantos espacios donde Gisele ha desplegado su magia, su poderío brasileño, y donde también se ha atrevido con todo tipo de estilismos no solo teniendo en cuenta el tema de cada gala, también incorporando su propio gusto y los cambios que el mismo ha ido experimentando conforme pasaban los años y la experiencias cambiaba unas tendencias por otras. Elegir uno solo entre tantos modelos apetecibles vistos sobre las escaleras del museo Metropolitan es casi una tarea imposible, pero entonces localizamos ese Galliano, esa especie de mantón de manila rosa fucsia anudado detrás del cuello de la modelo y el resto, contra todo pronóstico, quedó relegado a un discreto segundo plano.
El vestido en cuestión pertenece a una colección alta costura de Dior y parece haber sido elaborado a partir de una única pieza, el mencionado mantón de manila. La parte superior cuenta con el habitual tejido de rejilla y flecos que, de alguna secreta manera, se anuda detrás del cuello como si fuera un cierre abotonado al uso. La inferior cuenta el mismo tipo de acabado, solo que dejado a su suerte. Entre el color, los bordados florales y el sabor español de cada puntada, este modelo ha ingresado por derecho propio en la lista de piezas inolvidables de la Met Gala.
En cuanto a John Galliano, lo que hizo durante la etapa que duró su dirección creativa en Dior (1996-2011) ya forma parte de la historia de la moda. Nadie ha podido olvidarlo, ni siquiera esas modelos que, entre tantos diseñadores y colecciones, todavía recuerdan con cariño cuando desfilaron para el genio de Gibraltar. Kate Moss escogió un diseño de John para casarse con Jamie Hince, por ejemplo, y eso que propuestas de otros nombres más ilustres en ese momento debió tener a patadas. Galliano no estaba en su mejor momento, Maison Margiela no había acudido a su rescate, pero lo que hizo se quedó grabado en la retina de todos los que lo presenciaron. Como el vestido de Gisele, un recuerdo de una gala que se caracteriza por reunir muchos vestidos bonitos, la mayoría olvidables. Un Galliano, nunca.
