El club de la resistencia II: sonrisas imperfectas

En un mar de carillas y dientes extra blancos, hoy celebramos a estas actrices y modelos que han decidido no sucumbir al gusto actual y defender con uñas y dientes (nunca mejor dicho) la diferencia.
El club de la resistencia II sonrisas imperfectas
© Arte de Mar Lorenzo / Fotos: © GettyImages.

Laetitia Casta era demasiado gorda, demasiado bajita y tenía los dientes demasiado torcidos. Se lo repetían una y otra vez. En cada casting, en cada sesión de fotos, en cada plató de rodaje. La modelo francesa apenas había salido de la tierna adolescencia, un período que ya cuenta con una importante carga de cambios corporales y sus consiguientes inseguridades, y estaba obligada, su profesión así se lo imponía, a enfrentarse a esta lista de juicios sobre su cuerpo. Una cantinela constante y pegadiza cuyo mensaje final confirmaba que había algo en ella, en su cuerpo voluptuoso, dientes torcidos y corta estatura, que no estaba bien. La reacción de la maniquí entonces que, no lo olvidemos, ni siquiera rozaba la treintena, es cuanto menos esperanzadora y refrescante: “No me gustaba la idea de cambiar algo de mí por la industria. Sentía que arreglarme los dientes y matarme de hambre para cambiar mi cuerpo implicaba no respetarme a mí misma”. Y punto en boca.

La modelo y actriz Laetitia Casta en el Festival de Cannes de 2005. © GettyImages.

Dave Hogan/Getty Images

Lo que sucedió con la carrera de Laetitia Casta, una de las bellezas más naturales y apabullantes de la industria de la moda moderna, ni siquiera merece la pena recordarse porque a día de hoy sigue trabajando en el cine y la pasarela. Sus 45 años resultan tan inspiradores en materia estética y del alma como lo fueron sus 22. No ha sido la única, de hecho han sido, son y serán legión. La actriz Kirsten Dunst, por ejemplo, era la rubia americana por excelencia, el sueño de cualquier director de casting ávido de nuevos rostros que en realidad son los mismos de siempre, idénticos, irreconocibles. Como las cientos de versiones de la Coca-Cola. El problema, también en su caso, eran los dientes. Colmillos demasiado afilados y torcidos, demasiada encía, dientes demasiado pequeños. Se resistió a cambiar su sonrisa por puro instinto y por recomendación de una tal Sofia Coppola. “Ella me hizo sentir guapa por lo que era”, comentó la actriz sobre la ahora célebre directora de cine, con quien ha trabajado en dos ocasiones (Las Vírgenes Suicidas y La Seducción) y parece que dentro de poco, una tercera.

De los dientes “desgarbados” de Kate Moss, como ella misma los define no sin cierta ironía, a la prominente mandíbula de Kristen Stewart (y sus paletos montados) o las encías rosadas y muy visibles de Margaret Qualley. La sonrisa imperfecta se ha convertido desde hace un tiempo en una suerte de nuevo defecto, otra cosa más que hay que arreglar. Y no se trata de la salud, del cuidado básico y necesario de nuestros dientes, sino de modificar lo que en teoría no necesita ser modificado para ajustarse a un nuevo cánon estético. Así ha sucedido con los labios jugosos (ahora legión), las narices perfiladas y los pómulos abultados y ahora ya casi picudos. Sonreír y enamorar es uno de los requisitos que ha de cumplir cualquier modelo o estrella del cine, el problema es cuando la sonrisa en cuestión ha de ser de una determinada manera, cuando aniquila cualquier resquicio de naturalidad, de herencia o genética propia. Aquello que convierte tu sonrisa en tuya y solo tuya: de un colmillo torcido a la adorable diastema (separación entre dos dientes).

La modelo Kate Moss paseando por Londres en 2007. © GettyImages.

Fred Duval

Ellas NO tienen la sonrisa perfecta, tienen SU sonrisa

La actriz Kristen Stewart es conocida por sonreír poco, más bien nada. Pero lejos de querer ocultar sus dientes “imperfectos”, en un gesto típico de los niños y niñas que llevan ortodoncia o están a punto de hacerlo, ella misma le explicó al cómico Jimmy Kimmel el motivo de tanta seriedad: “yo sí que sonrío, pero no cuando me lo mandan”. Las mismas agallas y amor propio que Laetitia Casta, cuya negativa a modificar su cuerpo para ser “otra” no opera como ley, sino como una declaración 100% propia. Eres libre de querer ser como el resto, pero luego no te quejes si desapareces en el mar de lo idéntico.

“La demanda por una mejor estética siempre ha existido y existirá”, afirma el doctor Carlos Gómez Lebrón, dentista y miembro de Grupo Top Doctors. “Lo que sí es verdad es que hay diferentes técnicas, y según cuál se realice y dónde, los resultados pueden variar mucho”. De las ahora muy populares carillas a los blanqueamientos dentales, sin olvidar las gingivectomias (reducción de encías), los tratamientos para conseguir la sonrisa perfecta según la estética que dictan los tiempos actuales son muchos y variados, y por lo tanto cubren diferentes necesidades que desde luego pueden tener poco o nada que ver con la parte estética y mucho con motivos relacionados con la salud dental. La popularidad de los mismos, así como la alta demanda, es lo que ha propiciado que aparezcan productos de precio asequible que no precisan de receta médica. “Hay que consultar siempre a tu dentista de confianza antes de comprar pastas de dientes o productos que prometen un resultado milagroso. El daño causado podría luego no tener arreglo”, concluye el doctor Gómez Lebrón.

Todo el mundo quiere la misma sonrisa porque quizá es la única que ven, y cuando se miran al espejo no encuentran lo que al parecer es común, y popular, y socialmente aceptado. Por eso mismo resulta tan refrescante que ciertas actrices y modelos –profesiones en las que el aspecto es casi una cuestión de estado que se somete a una sesión de control diaria– se hayan mantenido firmes en su decisión de no modificar una de sus herramientas de trabajo más importantes, personales y muy capaces de marcar la diferencia, de encumbrar una carrera. Que se lo digan a Julia Roberts: la sonrisa de América.

La actriz Kirsten Dunst en los Premios Oscar 2007. © GettyImages.

Steve Granitz

Una sonrisa bonita y que sea tuya es posible

Hablamos de las carillas, tan necesarias en algunos casos y tan prescindibles en otros, y siempre objeto de una decisión personal. Están por todas partes y en todas las sonrisas “de cine” y ahí es donde pierden, precisamente, parte de su utilidad y encanto. Otro tanto ocurre con los tratamientos destinados a blanquear los dientes y que al ser, ahora, tan populares, han unificado las sonrisas de medio mundo. No se trata de que estas modificaciones sean o no necesarias, tampoco que obedezcan al gusto propio, sino que al ser populares en demasía e ir haciéndose más “asequibles” convierten a los que deciden no abrazar esta estética en una minoría, un nuevo club de la resistencia. El objetivo quizá sería que hubiera más personalidad, más diferencias. Aquellos años noventa en los que cada estrella era única y solo se parecía a sí misma.

“Unos dientes blancos pero con un aspecto natural son posibles. De hecho, nuestros trabajos más logrados son aquellos en los que los pacientes salen más favorecidos y con un aspecto infinitamente mejor sin que nadie se dé cuenta de que lo que ha mejorado son sus dientes”, afirma el doctor Gómez Lebrón. Los dientes desgarbados de Kate Moss, los incisivos de Kristen Stewart o las encías rosadas y prominentes de Margaret Qualley o Laetitia Casta pueden ser y son parte de una sonrisa preciosa, única, de ellas y solo de ellas. En todos estos casos hay, por supuesto, mucho cuidado y muchos síntomas de una buena salud dental, pero el hecho de que no hayan cedido ante una mayoría aplastante que se ha sometido y ha modificado su sonrisa para adecuarla al gusto actual –y efímero, en cualquier caso– convierte a este selecto grupo en una fuente de inspiración para esas niñas, adolescentes y mujeres que se siguen cubriendo la boca con las manos cuando sonríen.